Con magníficas críticas a sus espaldas (lo menos que le llaman es virtuoso), este pianista de 33 años fue el elegido para inaugurar la semana pasada el Museo Albéniz, en Girona, la provincia natal del compositor. Afirma que golpear las teclas del piano que en su día perteneció al maestro Albéniz le produce, como poco, morbo.
P.-Dice que no toca el piano, lo piensa.
R.-Lo que digo es que la faceta intelectual es casi más importante que la física a la hora de interpretar una pieza al piano.
P.-¿Por qué le parece tan estúpido hablar de niños prodigio?
R.-Porque dejarán de ser prodigio al crecer. Lo que hay son padres de niños prodigio, papás y mamás que llevan al nene a la tele a hacer el payaso y a perder el tiempo.
P.- No es nada partidario de la televisión.
R.-Los conductores de ciertos programas nos condenan a la estulticia. La mayoría son vergonzosos y no estoy dispuesto a ir a ellos para aumentar las cifras de ventas.
P.-¿Es mucho pedir que la música clásica se renueve con composiciones actuales?
R.-No. El problema es lo que el público te pide que toques. Hablamos de un público escaso y conservador, muy de derechas, y sus gustos son muy limitados. Se acepta poco a los compositores contemporáneos.
P.-¿ Y la izquierda, no escucha clásica?
R.-La clásica es de toda la vida cosa de derechas, de ricos. Sé que es un esterotipo y muy criticable (a veces se va a un concierto como si se fuese a misa de 12), pero es así.
Por Belén Barbero. Fotografía de Ángel Casaña